Era mi día libre y decidí seguir descubriendo la ciudad de Iquitos. Una de las razones por la cual me determiné a venir a la selva Amazónica era mi interés por las tribus indígenas. Al ser un voraz lector había leído varias obras entre ellas el libro de Scott Wallace “The Unconquered: in Search of the Amazon`s Las Uncontacted Tribes” y las entrevistas al activista explorador brasileño Sydney Possuelo experto en sociedades indígenas, cuyas lecturas me habían impactado e inspirado considerablemente y uno de mis sueños era poder apreciar, visitar y aprender de los indígenas amazónicos
Me acerqué al Museo de Culturas indígenas Amazónicas que está situado en el mismo malecón. Nada más entrar ya pude inmediatamente envolverme en la cultura indígena. Es un museo muy interesante donde puedes ver y comprender las tradiciones, rituales, vestimentas y su vida diaria en relación con la naturaleza de las tribus amazónicas.
Mi amigo Pedro
Inesperadamente al salir me encontré a mi amigo Pedro. Es veterinario y profesor, se pasa seis meses en el Amazonas investigando y los otros seis meses ejerciendo su profesión. Nos acercamos al bar más cercano y pedimos sendos zumos de Araçá que sin duda es uno de mis favoritos
El araçá, arazá o también conocida como guayaba Amazónica (eugenia stipitata) es una de las frutas más consumidas y apreciadas del Amazonas. Su sabor es muy dulce con un toque ácido y su pulpa es suculenta, espesa y jugosa. Es utilizada para producir zumos, mermeladas y helados y gracias a su extraordinario aroma ha sido utilizado para realizar perfumes. Sin duda es una de las mejores frutas de la selva Amazónica
En el bar estuvimos hablando sobre las diferentes tribus de la selva y sus respectivos orígenes y cosmovisiones. Estuvimos conversando sobre las tribus del Amazonas e hizo hincapié en los indígenas Matsés, también conocida como Mayoruna. En las fotos que me mostró desde su móvil pude observar que las mujeres lucían un adorno facial muy peculiar, llevaban una especie de espinas introducidas en la nariz. Me impactó notablemente las decoraciones en sus rostros. Antes de despedirnos le pregunté si era posible visitarlos y quién me podría acompañar. Me dio el teléfono de un conocido suyo llamado Juan Carlos, autóctono de una comunidad de las afueras de Iquitos y me resaltó que era de toda confianza. Nos despedimos efusivamente y quedamos en volvernos a ver lo antes posible.
Encuentro con Juan Carlos
Decidí llamarlo esa misima noche ya que al día siguiente me embarcaba en el crucero por el río Amazonas por tres semanas y le llamé esa mismia noche. Como suele suceder en la selva, la señal telefónica era muy deficiente, pero conseguí hablar con él, apenas le entendía porque la línea se cortaba constantemente, pero afortunadamente justo se encontraba en la ciudad y decidí que los más lógico sería vernos personalmente. Quedamos al cabo de dos horas en el mítico bar Arandú del malecón, a tres manzanas del hotel donde yo estaba hospedado. Al encontrarnos nos sentamos en una mesa en la terraza y pedimos unas cervezas muy frías ya que ese día la humedad era realmente sofocante. Enseguida compenetramos y empezamos hablar como si nos conociéramos de toda la vida. Era notorio que ambos nos apasionaban la selva. Conversamos animosamente sobre muchos aspectos del Amazonas y por supuesto, de la expedición para visitar y convivir con la tribu Matsés. Me comentó que se necesitaban mínimo 10 días para ir, estar con ellos y volver a Iquitos dado que se encuentran en la frontera amazónica peruano-brasileña y son rutas difíciles y poco accesibles.
Un dato importante y a tomar en consideración es que desde un principio quiso dejarme claro que todas las tribus que él había visitado habían accedido voluntariamente y gratamente a recibirle. No era nada fácil ganarse su confianza y respeto dado que son muy reacios a recibir visitas de personas desconocidas. La hermandad y fraternidad eran fundamentales para poder ganarse la confianza de las tribus. No es como mucha gente puede pensar, no se trata de llegar y aparecer sin más, debes haber conseguido a través de los años ganarte su confianza y haber obtenido una lealtad recíproca.
No debemos olvidar que los Matsés como la mayoría de tribus amazónicas seguían manteniendo mucha desconfianza ante los foráneos dado que en el pasado habían padecido choques con diferentes invasores con el afán de explotar sus recursos naturales y ser utilizados como esclavos durante la época del boom del caucho.
Sin darnos cuenta el tiempo había pasado volando y ya estaban cerrando el bar. Es curioso como no nos percatamos de lo rápido que pasa el tiempo cuando disfrutamos de lo que estamos haciendo. Sin querer extendernos más, dado que lo último que deseábamos era interrumpir al camarero que estaba recogiendo la terraza, quedamos en vernos en tres semanas para unirme al grupo de aventureros que iban a realizar la expedición. Nos despedimos afectuosamente y que le llamaría desde el crucero.
Inicio de la Expedición
Al cabo de tres semanas navegando por el Amazonas ya volvía a estar en la ciudad de Iquitos. Ya había coordinado con Juan Carlos de vernos al día siguiente para empezar la increíble expedición para visitar a la tribu Matsés. Esa noche no pude pegar ojo de lo emocionado que estaba, apenas dormí unas escasas horas pensando en la aventura que me esperaba.
Bien temprano antes de que saliese el sol me duché y me alisté. Salí del hotel y cogí el primer motocarro que vi. Una vez llegué a la explanada donde iba a despegar el avión vi enseguida a Juan Carlos junto a un reducido grupo de personas. Estaba acompañado de cinco personas más. Saludé cariñosamente a Juan Carlos y me presentó al resto de integrantes del grupo. Elder era perteneciente a la tribu Matsés pero llevaba años viviendo en la ciudad, Wendy era la cocinera y finalmente unos jóvenes de Canadá que habían venido a disfrutar de las maravillas de Perú y del Amazonas. Afortunadamente como yo hablo inglés pude comunicarme perfectamente con ellos. No tuvimos mucho tiempo para hablar ya que debíamos embarcarnos al avión perteneciente a la FAP (Fuerza Aérea Peruana).
Vuelo a Angamos
Es el único avión que realiza el vuelo Iquitos a Angamos. Había bastante mas gente a nuestro alrededor. Me explicaron que la mayoría de personas era de esa zona y venían a la ciudad para provisionarse de distintas mercancías que no podían encontrar en Angamos y alrededores. Iban todos bastante cargados de bolsas y abarrotes. Tuvimos la fortuna que hacía un día despejado porque de lo contrario debido a las tormentas tropicales, si el clima era adverso el avión no despegaba por razones obvias de seguridad. El avión sólo constaba de 16 asientos y podías apreciar al momento que no era un vuelo comercial dado que no había las simpáticas azafatas o azafatos de vuelo, ni propaganda del destino y por supuesto, nada publicidad de la “línea aérea” que tanto estamos acostumbrados en dichos vuelos. Una vez embarcados inmediatamente empezó el despegue. Reconozco que sobrevolar la selva fue una de mis mejores experiencias vivenciales, era un mar verde infinito sólo interrumpido por serpenteantes ríos que interrumpían la alfombra verde. Podías apreciar la fuerza y la magnitud de la naturaleza y lo insignificantes que podíamos ser los seres humanos ante semejante maravilla natural.
Aterrizaje
El vuelo duró unos 45 minutos y no pude quitar los ojos de la ventanilla observando la espectacular y bella selva Amazónica desde el aire. Cuando nos avisaron que estábamos a punto de aterrizar pedí, pregunté y supliqué si podía colarme en la cabina de los pilotos para grabar el aterrizaje. Aceptaron de buen gusto y me permitieron grabarlo.
No hace falta de decir que Angamos no tenía un aeropuerto, ni una pista de aterrizaje asfaltada y ni una torre de control. Era básicamente un terreno sin vegetación. Era el único vuelo que llegaba a la pequeña comunidad de Angamos y los locales nos estaban esperando. Reconozco que pasé temor dada mi nula experiencia en este tipo de vuelos en medio de la selva.
Una vez aterrizamos y bajamos del avión pude observar a multitud de personas, nos esperaban los locales de Angamos y de los poblados de alrededor. Quedaba patente que estaban esperando impacientemente la llegada del avión y que era el gran acontecimiento. Me sorprendió el gran número de niños que nos recibían con una felicidad inusual. La llegada del avión era para sus habitantes el lugar idóneo para el intercambio de mercancías, pero también de las últimas noticias y rumores de la ciudad y del resto del país. En este lugar la señal telefónica era muy deficiente y por ello la conversación directa y el contacto personal eran irreemplazables. Muchos de los pasajeros no pudieron evitar hacerse fotos con los niños y los locales. Yo y el resto de integrantes del grupo estábamos llenos de emoción y alegría. Nos encontrábamos en medio de la selva Amazónica junto a la frontera brasileña.
La expedición la lideraba Juan Carlos que era el guía principal naturalista experto en el Amazonas y responsable de la expedición, Elder también experto en el terreno y perteneciente a la tribu Matsés hacía la función de traductor y hacía de nexo entre nosotros y la tribu. Ellos lo agradecen enormemente y les complace que vengamos acompañados de alguien perteneciente de su tribu que sea de total confianza. El resto de integrantes eran los motoristas de la zona, se encargaban de la navegación, conocedores de los ríos amazónicos, y finalmente los transportistas se enconmendaban de cargar el material.
Esa noche dormimos en un pequeño hostal en la comunidad de Angamos dado que no era recomendable navegar muchas horas de noche. Juan Carlos se ocupaba de organizar la parte logística y de comprar algunos alimentos a los pescadores y cazadores locales para la expedición . Es una gran manera de aportar nuestro grano de arena a la economía local de las comunidades. Toda la comida es propia de la zona y por supuesto natural y ecológica. En ese momento empecé a entablar conversación con los canadienses. Eran de Toronto y era la primera vez que venían a Sudamérica. Jonathan y Caroline eran estudiantes de Antropología y Paul era biólogo. Habían viajado hasta el Amazonas para completar sus estudios de investigación de campo para la universidad dónde estudiaban. Obviamente podía observar en sus rostros la satisfacción y emoción de realizar esta expedición.
Inicio de la navegación
Nos despertamos sobre las 6 de la mañana para desayunar e inmediatamente nos dirigimos al bote motorizado situado en el río Gálvez, ya que nos esperaba una larga travesía navegando por los afluentes de la selva Amazónica. Nos fundimos en las aguas de la prodigiosa telaraña de caños y raudales que forma el Gálvez y sus tributarios. Durante el trayecto pudimos observar multitud de fauna y flora que hicieron el camino maravilloso y ameno.
Mientras navegábamos y estábamos rodeados de la extravagante naturaleza de la selva, Juan Carlos nos explicó que había muchas familias Matsés-Mayoruna que habían escogido libremente recibir visitas y tenían un contacto esporádico con el extranjero, como es la familia que íbamos a visitar. Ya habían sido contactados hace muchos años y no encontraban hostil recibir a foráneos siempre y cuando hubiera una persona de confianza. Apreciaban interactuar con otras personas y culturas extranjeras. Había otras familias que a pesar de haber sido contactados no deseaban saber absolutamente nada de forasteros y rechazaban cualquier tipo de relación, simplemente deseaban seguir viviendo aislados y no ser molestados. Finalmente habían Matsés que vivían muchísimo más adentro en la selva y que aún no habían sido contactados.
Obviamente respetamos la decisión de cada familia y creemos firmemente en su derecho de escoger libremente su voluntad de continuar viviendo sin ser contactados y molestados, respetando sin entrar ni invadir sus tierras ancestrales.
Para poder entrar en sus tierras además de necesitar el beneplácito de las tribus para visitarles es totalmente necesario unos permisos especiales otorgados por los gobiernos peruano y /o brasileño respectivamente que te permita entrar en su Reserva Nacional dado que es una zona restringida y protegida.
Los grupos étnicos de la Amazonía se clasifican en 4 categorías diferentes según la frecuencia de contacto con la civilización:
– No contactados: Viven en áreas no afectadas por la civilización. Conservan su identidad étnica, sus tradiciones y cultura intacta, no desean ser contactados por extraños Son los pueblos más vulnerables porque no han desarrollado inmunidad frente a enfermedades que podríamos transmitirles.
– Aislados : Viven en áreas no afectadas por la civilización. Han sido contactados previamente pero prefieren seguir viviendo sin mantener ningún tipo de contacto con la civilización. Conservan su identidad étnica, sus tradiciones y cultura intacta
– Contacto esporádico:Viven en zonas alejadas de la civilización cuyo territorio es de difícil acceso. Establecen contacto ocasional con la civilización y siguen conservando su cultura, tradiciones e identidad étnica intacta.
– Contacto permanente: Son grupos que han perdido su autonomía sociocultural y están claramente en un proceso de desintegración étnico.
– Integrados: Han perdido su identidad cultural y étnica. Conviven con el resto de la sociedad y civilización.
Se estima que la población de los Matsés está formada por unos 3000 habitantes (2000 en Perú y 1000 en Brasil) y su auto-denominación significa “gente de río”, mayo significa “río” y runa significa “gente”. Por otro lado, se cree que esta denominación puede provenir del término muyuruna “gente de Muyu”, indicando el nombre ancestral en el río Moyobamba (Muyubamba) en ceja de selva. Como toda tribu indígena amazónica, su desarrollo cognitivo es animista y viven en concordancia con la naturaleza.
La gran amenaza que sufre hoy el Amazonas es debido a la madería y minería tanto legal como ilegal causando una gran deforestación. Las extracciones petroleras que contaminan los ríos, el aumento de represas hidroeléctricas ocasionando grandes impactos en el ecosistema, la expansión de la agricultura intensiva provocando graves transformaciones en el uso del suelo y los constantes cambios de legislación entorno a las áreas protegidas que realizan lo gobiernos están haciendo desaparecer la selva Amazónica. En ninguno de los casos mencionados se ha demostrado que haya mejorado la vida de los habitantes y ha provocado estragos en el ecosistema amazónico. El ecoturismo es una muy buena alternativa para el sustento económico de las comunidades, dede ser sostenible, inclusivo, controlado, no masivo, respetuso con el medio ambiente y consensuado con sus pobladores. El intercambio de culturas es básico para que las personas que visiten el Amazonas sean más consecuentes y adquieran una mayor conciencia de la selva. Gracias al ecoturismo se ha conseguido que tierras y zonas de la selva Amazónica se hayan declarado como parques naturales protegidos, impiendo el avance de las amenazas comentadas anteriormente y logrando también una alternativa económica a corto, mediano y largo plazo para sus habitantes.
Llegada al poblado Matsés
Al cabo de unas cuantas horas de navegación en un bote motorizado por los ríos Gálvez y Loboyacu, finalmente llegamos sobre las 17:00h a la última aldea de los Matsés. Estábamos extenuados después de tantas horas sentados en una estrecha y larga canoa, pero la emoción e ilusión de por fin haber llegado a nuestro destino hizo diluir por completo nuestro agotamiento. Eran aproximadamente las seis de la tarde y en el Amazonas anochece bien temprano. Descargamos nuestras mochilas y caminamos un buen rato en medio de la exuberante jungla cuando de repente empezó a caer una intensa lluvia que por algunos momentos parecía cesar, pero posteriormente diluviaba con mayor fuerza y fogosidad. Constantemente nos resbalábamos porque el terreno estaba totalmente barroso y por unos momentos se parecía más a una pista de hielo que a un camino de tierra. Más de una vez caímos sin contemplaciones al suelo, atravesamos pequeños arroyos mojándonos más de lo que ya estábamos y gracias a los machetes que teníamos sorteábamos infinidad de plantas y árboles que se interponían en nuestro camino.
A pesar de todos los inconvenientes mi felicidad era inmensa y estaba a unos pocos minutos de cumplir uno de los sueños de mi vida. Finalmente, después de un largo recorrido la lluvia nos dio una tregua y de repente vimos unas mujeres que estaban paradas debajo de uno de los miles de imponentes árboles de la Amazonía.
¡Sí, eran ellas! Las mujeres Matsés nos estaban esperando para darnos la bienvenida. Al llegar nos paramos inmóviles ante ellas sin poder o querer decir cualquier palabra dado que nuestro asombro era mayúsculo. Estuvimos unos segundos totalmente callados sin saber qué decir. En ese momento Juan Carlos y Elder nos las presentaron rompiendo el mutismo existente. Elder traducía al idioma Matsés dado que ellas era el único idioma que hablaban.
Después de una mínima presentación nos acercamos a su maloca – cabaña principal – donde nos ofrecieron una bebida llamada chicha que es elaborada de plátano y maíz. Cada tribu la elabora cambiando ciertos ingredientes.
Una vez nos presentaron al resto de la familia, Wendy nos preparó la cena mientras nosotros desplegábamos nuestras tiendas de campaña para la noche. Nunca se duerme en su maloca ya que se prefiere no molestar u ocupar su espacio. Nos cambiamos de ropa ya que estaba totalmente empapada de la larga lluvia que nos había seguido durante el trayecto. Una vez cambiados, cenamos pescado a la brasa que nos supo a gloria porque estábamos realmente hambrientos y agotados. Una vez saciamos nuestro apetito nos tumbamos en nuestras tiendas de campaña y solo cerrar los ojos conciliamos el sueño al instante.
Pescar con los Matsés
Nos despertamos temprano debido a que en la selva prematuramente aparece el sol. Una vez desayunamos acompañamos a las mujeres de la tribu a pescar. Me sorprendió que no llevasen ningún tipo de herramienta o red para pescar. Me explicaron que utilizan una legendaria técnica de pesca utilizando las raíces de una planta llamada Barbasco (Paullinia pinnata o Serjania triquetra) empleada desde la antigüedad, desentierran las raíces tuberosas y las extraen del terreno. Esta planta contiene un veneno llamado rotenona utilizado en el mundo occidental como insecticida o pesticida, el efecto que realiza es impedir que los peces reciban oxígeno y con ello, su ahogamiento. Pude presenciar como arrancaban las raíces del terreno y las ubicaban en una cesta realizada por ellas. Al cabo de unos 20 minutos llegamos a un arroyo cercano.
En ese mismo instante en el agua empezaron a machacar las raíces, mientras la otra persona realizaba como una especie de represa provisional con plantas que dejaba pasar el agua, pero no permitía que los cuerpos sólidos pudieran seguir el transcurso del río. Debido al machaco de las raíces, el agua empezaba a adquirir un color blanquecino y a los pocos minutos pudimos observar como los peces flotaban en la superficie del agua y los recogían. Afortunadamente el barbasco no es tóxico para los seres humanos y es una técnica de pesca muy utilizada por los pueblos originarios del Amazonas.
A la vuelta a la maloca, aprovechamos la pesca y cocinamos una sopa dado que los peces del arroyo eran de pequeñas dimensiones. La verdad que estaba muy buena y no había nada más gratificante que alimentarte y disfrutar un plato de tu propia pesca.
Es realmente maravilloso como los pueblos amazónicos han conseguido identificar las sutilidades de tantos vegetales y conseguir una función específica para ellas. Se cree que en la selva Amazónica habitan unas 200.000 especies de vegetales, aunque no se sabe con exactitud. Encontrarnos en un selva intacta, no explotaba por el ser humano y armoniosamente equilibrada nos permitía apreciar las distintas funciones que las plantas amazónicas y su importancia en el ecosistema.
Cazar en el Amazonas
Por la tarde después de un breve descanso acompañamos a los hombres y mujeres a cazar. Es sin duda la actividad masculina con más valor, puesto de que ella deriva mayormente el prestigio que se asigna a un hombre. Las mujeres participan de la caza como ayudantes, se ocupan de otear y acarrear presas. La familia tiene mucho valor en la comunidad, y los padres enseñan a sus niños a cazar. Caminamos varias horas por las profundidades de la selva, todos íbamos provistos del inseparable machete que nos ayudaba a abrir paso ante la abundante vegetación. Es de vital importancia en la selva porque sirve lo mismo para desbrozar una trocha que para pelar una piña, abrir un coco o partir una serpiente por la mitad.
Me extrañó que sólo llevaron arcos y lanzas pero no pucunas, – cerbatanas – según me comentaron estaban en desuso. Obviamente no deseé intentarlo porque mis opciones de utilizar el arco y cazar eran nulas dada mi absoluta inexperiencia. No olvidemos que viven de una economía de subsistencia y mi último objetivo era impedir su armonía alimentaria. Sus arcos de casi dos metros eran perfectamente aerodinámicos, sus flechas rectilíneas decoradas con plumas de distintas aves eran realmente una obra maestra de balística. Lamentablemente no conseguimos cazar ningún ejemplar animal para llevarnos a la comunidad, pero sí uno de ellos que se alejó durante unos instantes y trajo un armadillo (Dasypus novemcinctus). No quise ser inoportuno y preguntar el motivo, pero pudo deducir que nuestra presencia ahuyentaba a los animales. El silencio es clave para cazar. Se debe mantener un sosiego y sigilo impecables que nosotros no mostramos. Me impactó que con solo ver las huellas que había en el terreno podían identificar al animal en cuestión que había caminado por nuestro paso.
Mujer Matsés con el armadillo recién cazadoAl volver paramos en un árbol caído que para nuestro conocimiento pasaría inadvertido. De repente el indígena acercó su oreja al tallo para escuchar que sucedía en su interior. Sacó su machete y empezó a desarrebujarlo con el objetivo de sustraer algún insecto comestible. Al abrirlo vimos multitud de larvas moviéndose despavoridas. No dudaron y empezaron a recolectarlas. Las había visto anteriormente en Iquitos pero no directamente del tronco de un árbol. Con la cesta llena seguimos nuestro trayecto al poblado. La vuelta fue dura especialmente debido a la humedad asfixiante tan característica de los bosques tropicales.
Una vez llegamos, las ubicaron en el fuego y desde luego verlas moverse y arder en carne viva no fue de mi satisfacción. Cuando dejaron de moverse y parecían estar en “su punto” nos tocó comerlas. Como entenderéis estaba en medio de la selva y no existía un menú u opción de alimentos a mi alcance. Al principio las ingerimos a regañadientes, pero debo reconocer que su gusto no era ni mucho menos desagradable.
Para vuestra información la larva es llamada coloquialmente suri (Rhynchophorus palmarum). Su aceite tiene propiedades curativas para aliviar la tos y el asma. Es consumido desde hace siglos por los pobladores de la selva y considerado un manjar por los locales.
Una vez cenamos los suris nos fuimos a la tienda de campaña para reposar y cargar energía para el día siguiente.
Recolectando en la chacra
Por la mañana, fuimos a su chacra – huerto o plantación- a escasos metros de la comunidad a recolectar los frutos que la selva nos ofrecía. Actualmente los Matsés están viviendo en establecimientos permanentes y por ello se han vuelto horticultores. Las acompañamos a recolectar yuca, maíz, plátanos, y otros frutos para después volver a la maloca.
Las mujeres además de encargarse de las tareas domésticas también fabricaban ornamentos, utensilios, decoraciones y artesanías propias de la tribu como redes de pesca, pulseras, cestas o collares.
Los Matsés como muchas otras tribus amazónicas llevan distintivos y decoraciones. Las mujeres se perforan el labio inferior y tienen espinas introducidas en la nariz. Estas perforaciones son una señal de su inserción en la vida social y también para imitar la apariencia de barbas felinas, en particular al jaguar.
Los hombres utilizan una corona hecha de hoja de palmera alrededor de su cabeza y llevan collares de dientes de animales que han cazado, para que la caza les traiga suerte y fuerza.
Los hombres y las mujeres se adornan la cara con achiote que es un pigmento natural de color rojizo.
Fauna amazónica
Por la tarde Juan Carlos nos llevó a caminar para mostrarnos la fauna y flora de la selva primaria. Nos explicó la importancia que tienen las plantas para los habitantes del Amazonas y que eran esenciales para curar sus enfermedades. Pudimos observar infinidad de monos. De repente se acercó a un árbol y al tocarlo salieron del interior unas diminutas cabezas. Eran los monos musmuqui (Aotus nancymae) Eran entrañables y los acabábamos de despertar. Son monos nocturnos de unos 50 cm de longitud, inofensivos para los humanos y gozan de unos ojos marrones amarillentos. Una vez hicimos las pertinentes fotos, seguimos nuestro camino y los dejamos dormir.
Durante la excursión no cesamos de escuchar sonidos de animales a nuestro alrededor y ramas moviéndose constantemente. No era nada fácil poder ver a los animales debido a la densa vegetación de la selva. Al cabo de un rato al lado del río pudimos contemplar una nutria (Lontra longicaudis) alimentándose de su presa. Estaba devorando y engullendo un pez. Es un mamífero acuático, muy buena nadadora, pero torpe en tierra. Se alimenta básicamente de peces, cangrejos de río y otros animales acuáticos.
Observar la fauna en todo su esplendor y en vivo no tiene precio. Lamentablemente ya empezaba a anochecer y tuvimos que volver a la comunidad para cenar y dormir.
La rana Kambó
Al día siguiente por la mañana Jonathan y Caroline estaban especialmente nerviosos e intrigados. No probaron bocado del desayuno. Me acerqué a preguntarles si estaban bien y su respuesta fue rotunda. Sí que lo estaban y su excitación era debido a que iban a realizar la ceremonia de la rana Kambó y debían estar en ayunas. Es un anfibio amazónico llamado coloquialmente Kambó o Acaté (Phyllomedusa bicolor) y habita en la selva Amazónica. Me preguntaron si deseaba participar, pero dado que no me había documentado correctamente al respecto y la información que había leído era escasa preferí simplemente presenciarla.
La aplicación tradicional del Kambó empieza por ir al bosque a capturar la rana. Una vez hallada, ésta es inmovilizada cuidadosamente por las patas, atándola en forma de X. La rana excreta por la piel una mucosa venenosa como mecanismo de defensa para los depredadores. La secreción sale a relucir por el estrés que causa la manipulación del animal. Se recoge con una rama de bambú y se deja secar para su almacenamiento. Para las culturas indígenas, es una medicina que opera tanto en el organismo del individuo como en el reino que está más allá de lo material o el “alma”. Kambó se considera una entidad o “espíritu” que es el responsable del proceso de curación. En este contexto, la rana es tratada con máximo respeto y nunca dañada, ya que, según las creencias amazónicas, el daño al animal enfadaría su espíritu, negando así sus capacidades curativas. Después del proceso de extracción, el animal se devuelve al bosque.
Según la tradición, se utiliza para provocar un proceso de depuración de cuerpo y alma, curar de panema (un término cuya traducción se aproximaría a “mala suerte en la caza” o “tristeza”), también para dar fuerza y curar otras enfermedades. Muchas tribus indígenas como los Katukina, Yawanahua, Matsés o los Cashinahua la siguen utilizando como medicina tradicional. Cada tribu tiene su propia historia y mitología respecto al origen de la práctica del Kambó, que habitualmente implican revelaciones en sueños o en estados alterados inducidos por plantas.
Este ritual es realizado por los Matsés porque una vez la mucosa venenosa ha desempeñado su efecto en el organismo les ayuda a incrementar la fuerza, visión, energía y la resistencia.
Pude observar como a Caroline y Jonathan se les infringía unas pequeñas heridas con una ramita con la punta incandescente en los brazos. Posteriormente se les aplicaba la secreción de la rana, previamente hidratada, sobre las heridas. Los efectos y las dosis dependen del número de puntos que se apliquen.
En ese mismo momento al ver que empezaban a vomitar y estaban indispuestos, Paul y yo decidimos no molestar y nos fuimos a la maloca.
La maloca
La maloca y sus viviendas son chozas edificadas con palmas de paja toquilla y hojas entretejidas sobre una estructura de madera. Pueden albergar entre diez y quince personas.
Estas construcciones suelen durar bastante gracias al humo de las fogatas de las cocinas que impermeabiliza las hojas del techo aumentando así su vida útil, y evita que los insectos se coman las hojas. Pero al cabo de seis o siete años su deterioro hace que entonces se quemen y se vuelva a construir otra con las mismas características.
Hormigas cortadoras de hojas
Fuimos a dar una vuelta por la selva, pero sin alejarnos demasiado. Después de una buena caminata decidimos sentarnos en un tronco para descansar, pero con la mala fortuna que lo hicimos sobre unas hormigas. ¡Eran las famosas hormigas cortadoras de hojas! Había multitud de ellas y se podía apreciar con claridad las hojas que cargaban. Las cortan de un modo muy específico, haciendo un arco para después transportarlas bajo tierra. Esta especie de hormiga no se alimentan directamente de lo que cortan, sino de un hongo que ellas mismas cultivan en el interior de su hormiguero. Junto a los seres humanos, las hormigas cortadoras de hojas (Atta sexdens) forman las sociedades animales más complejas del planeta. Nos quedamos contemplando su excelente organización y como trabajaban al unísono colectivamente formando una gran sociedad.
Efectos del Kambó
Por la tarde después del almuerzo Caroline y Jonathan nos explicaron los efectos que habían padecido con el Kambó. Su cuerpo empezó a calentarse y no cesaron de sudar. Notaron pequeños calambres en el estómago que les hicieron vomitar y padecer nauseas. Al rato se adueñó de ellos un agotamiento que les obligó a estar mucho rato tumbados en la hamaca. Nunca perdieron la conciencia dado que, al ser la primera vez, se les suministró pequeñas dosis. Afortunadamente tenían buen aspecto y no parecían enfermos.
Es curioso como los pueblos amazónicos que utilizan sustancias extáticas, psicoactivas y enteógenos no conocen los estigmas derivados de la adicción ni de la marginación social a causa de dicho consumo. Muy al contrario, son agentes de integración social de resolución de conflictos y de toma de decisiones.
Era mi última noche con los Matsés dado que solo pude disfrutar de unos días libres, tenía que volver al día siguiente porque debía llegar a la ciudad de Iquitos y embarcarme en el crucero. Lamentablemente no gozaba de más días. Aquella noche estuvimos todos alrededor de una fogata conversando, riendo y explicando mil anécdotas. Fue muy emotivo y antes de dormir me despedí de todos ellos. Paul , Caroline y Jonathan se quedaban más días para finalizar sus respectivos estudios para la universidad con la ayuda de Juan Carlos y Elder. Después de unos fuertes abrazos, me metí en mi tienda de campaña para reposar y dormir.
Vuelta a Iquitos
Al día siguiente me desperté muy temprano y navegué de vuelta por los serpenteantes ríos del Amazonas. El río Javarí hace de “frontera invisible” entre Perú y Brasil, y por algunos momentos estaba en ambos países sin percatarme.
Me acompañó la fortuna porque hizo un día claro y sin precipitaciones que pudieran cancelar el vuelo. El avión llegó puntualmente y me pude embarcar sin ningún tipo de problema.
Una vez el avión empezó a despegar pude volver a observar otra vez la maravillosa selva Amazónica desde el aire. Abrumaba por su esplendor y belleza.
Sentado en el avión mientas sobrevolamos la selva me vinieron a la cabeza muchos pensamientos sobre lo que había vivido los últimos días con los Matsés. A pesar de nuestra arrolladora cultura es muy superior a la de las tribus indígenas en cuanto a tecnología, no lo es en cuanto al conocimiento del alma humana. Viven y convienen en perfecta armonía con la naturaleza, donde labran personalmente la tierra, donde generan sus alimentos y son conscientes de sus verdaderas necesidades. Gozan de una inteligencia emocional y espiritual mucho más madura que la nuestra. Dedican mucho más tiempo a gozar y a realizar actividades que favorecen los procesos adaptivos. Hay tanto que debemos aprender de ellos y debido al etnocentrismo que padece una parte de la sociedad los ve como seres atrasados y salvajes. Como afirmaba Oscar Wilde, vivimos en una época en que muchas cosas innecesarias son nuestras únicas necesidades. Las tribus indígenas poseen cuanto necesitan y una vida concebida como una fiesta perenne.
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