Estaba sentado en un restaurante en el puerto de Nanay en Iquitos, bebiendo un zumo de Camu Camu (fruta rica en Vitamina C)para aliviar el fuerte calor tan característico que caía en la selva. Pedí un pescado a la parrilla con una brocheta de suri (es un gusano que vive dentro una palmera) y tacacho (manteca de cerdo) mientras observaba el movimiento de los barcos y pescadores que venían de otras partes del Amazonas.
Pescado lisa con tacacho, suri y salsa de cocona con ají charapita
No pude evitar escuchar en la mesa de al lado la conversación de dos jóvenes que hablaban sobre una espectacular catarata. Me atreví a entrometerme en su conversación y les pregunté dónde estaba y cómo era. Me quedé asombrado ante su descripción y anoté el nombre ya que no era fácil de recordar: Catarata de Gocta.
Lo busqué por internet y me quedé atónito, era espectacular. En ese momento no podía plantearme viajar ya que al día siguiente debía navegar en el crucero donde trabajaba por el Amazonas.
Llegada a la ciudad de Chachapoyas
En cuanto pude viajé a la ciudad de Chachapoyas. Es una pequeña ciudad enclavada en los Andes en lo que se denomina “ceja de selva” que es la transición entre los Andes y la selva, es decir, que no llega a ser selva, pero tampoco goza del típico paisaje de los Andes ya que está a unos 2000m sobre el nivel del mar.
La ciudad de Chahapoyas tenía la misma fisionomía que las típicas ciudades de la sierra peruana (Andes) con una plaza céntrica que en Perú se le denomina plaza de Armas.
Plaza de armas de Chachapoyas
Me puse en contacto con un amigo que me ayudaría a contratar un tour corto para ir a la famosa catarata. Me hospedé en un hotel encantador a escasas calles de la plaza.
Lo primero que hice fue comprarme un jersey dado que la ciudad está ubicada en el departamento de Amazonas el clima es característico de los Andes, por la noche hacía algo de frío y no tenía nada que ver con el clima tropical amazónico. Di una vuelta por la ciudad, es de pequeñas dimensiones, encantadora, tranquila y con una gente muy acogedora. Puedes percibir enseguida su simpatía y generosidad.
Empieza la aventura
A la mañana siguiente vino una pequeña van (furgoneta) a buscarme al hotel y empezó mi aventura. La catarata está a las afueras de la ciudad, a menos de una hora en carretera asfaltada. Hablé con la guía nativa y me explicó que el nivel de dificultad para llegar a la catarata no era muy exigente. Al cabo de una hora llegamos a un poblado cercano y empezamos a andar.
El camino como es lógico era de tierra e inmediatamente nos adentramos en plena naturaleza. Las vistas eran majestuosas y cuanto más caminábamos, más emoción tenía. En unos pocos minutos ya me encontraba rodeado de vegetación.
Camino a la catarata de Gocta
Estuvimos caminando unos 40 minutos subiendo la montaña, afortunadamente la subida no era muy empinada. Debo destacar que durante el camino habían emplazados miradores para contemplar los maravillosos paisajes que se podían observar.
Llegada a la gran Catarata de Gocta
Mientras caminábamos ya empezábamos a ver desde lejos la majestuosa catarata, me impresionó y aún más al ver que se formaban otras pequeñas cataratas cercanas a la gran catarata. Finalmente pudimos ver la increíble catarata de Gocta, nos quedamos boquiabiertos ante semejante belleza.
Catarata de Gocta
Cuando estábamos cerca, vimos un cartel donde indicaba las distintas caídas. Es la tercera catarata más alta del mundo con una altura de 771 metros y nos acercamos a una de sus caídas.
Caídas de la catarata
Empezamos con la segunda caída y tocar el agua fue una de las mejores experiencias que he tenido en mi vida. Es muy difícil describir lo que viví pero noté una fuerza de la caída del agua que penetraba en mi interior, la naturaleza en todo su esplendor e intensidad. Algo mágico, que solo la esencia y complexión de la madre naturaleza nos hace sentir.
Estuve apreciando la catarata durante más de 40 minutos embobado de su grandiosidad y meditando la importancia que tenemos todos seres humanos de conservar nuestro mayor patrimonio que es el planeta tierra.
Al rato, mientras el resto de personas regresaban, en ese instante decidí bajar hasta el final de la catarata. El acceso no era nada fácil, es muy empinado, se necesita estar en muy buena condición física. Conseguí bajar y ver la catarata desde otro punto de vista.
A mi vuelta al pueblo, me encontré a varios habitantes locales y si hay algo que me encanta al viajar es hablar e interactuar con las personas nativas. Su sonrisa y amabilidad me cautivó y no pude resistir de hacerles una foto para tener un recuerdo para la posteridad.
Puedes visitar la catarata visitando nuestra experiencia: Fortaleza de Kuelap y Caratara de Gocta en el Amazonas
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