Mi experiencia con Ayahuasca y plantas medicinales Amazónicas

We Are the Amazon

Mis motivos para tomar Ayahuasca

Llevaba ya un año viviendo en la selva y había escuchado muchas opiniones al respecto del brebaje amazónico, todas positivas, y mi interés no cesaba de crecer. Lo había probado en la playa de Máncora, al norte del Perú, y no noté el efecto esperado como suele suceder en la mayoría de ocasiones que lo pruebas por primera vez. Así que decidí que había llegado mi momento idóneo.

Mis motivos para probarlo eran muchos, desde mis lecturas de Josep Maria Fericgla, Carlos Castañeda o de Cesar Calvo, a mi fascinación por el mundo de los enteógenos, su repercusión en nuestro estado de conciencia y, por supuesto y ante todo, que la experiencia podría representar un hecho muy destacado en mi vida. Pero no deseaba hacerlo como lo hacen la mayoría de personas que había conocido: ver visiones como si fuese el principal objetivo. No buscaba la función recreativa-lúdica ya que lo considero totalmente erróneo: el Ayahuasca es mucho más que eso y el objetivo primordial debe tener una función psico-integradora para entender y encontrar el ser buscando un resultado práctico en la vida. Deseaba adentrarme a la selva en un campamento sin electricidad ni señal de teléfono, siguiendo estrictamente las recomendaciones del chamán y a la vez probar plantas medicinales amazónicas. Anhelaba limpiar mi cuerpo y espíritu, meditar en un lugar apropiado los días necesarios para ello, no como una diversión sino como un aprendizaje en todos sus aspectos, sentir la naturaleza de la jungla y el cultivo de la mente.

Como muchos ya sabréis, la Ayahuasca es una bebida obtenida de la cocción de dos plantas, generalmente la liana llamada ayahuasca (Banisteropsis caapi) y las hojas que contienen dimetiltriptamina (DMT), como puede ser la Psychotria viridis, Psychotria carthagenensis, Mimosa tenuiflora o la Diplopterys cabrerana entre otras, ya que existen multitud de recetas que mezclan distintas plantas.

 

Liana de Ayahuasca (Banisteriopsis caapi)

¿Por qué se le llama Ayahuasca?

El nombre más empleado en Occidente para la bebida es Ayahuasca, palabra derivada del quechua y que significa algo así como «liana que lleva al lugar de los muertos». En cambio, entre los Asháninkas del Perú la mezcla se llama Kamarampi, que proviene del verbo Kamarank, que significa vomitar. En Colombia se le denomina yagé. Los indígenas amazónicos lo han utilizado para vomitar y limpiarse los intestinos al ser una bebida purgativa, también lo usan como medio para visionar la realidad esencial, esa realidad aún no materializada y que es donde están las causas que más tarde se reflejarán en los acontecimientos de la vida ordinaria.

¿Qué tiene de especial el Ayahuasca y por qué tiene tanta aceptación en Occidente?

Esta bebida abre las puertas de la consciencia para acceder al inconsciente, lo que provoca una visión del estado interno de la persona. En muchos casos, a las personas les salen a relucir emotivos recuerdos de la infancia y de la vida. Este estado de consciencia alterada ayuda a tratar muchos trastornos de estrés postraumático, depresiones, problemas emocionales, comportamientos delictivos y adicciones a las drogas.

Desde hace una década la Ayahuasca está llenando un vacío en nuestra sociedad al que acuden personas con diferentes motivaciones, ya sea buscando espiritualidad, una medicina o una experiencia.

Un ejemplo de lo eficiente que puede llegar a ser la Ayahuasca es la recuperación que han hecho veteranos de guerra con depresiones y estrés postraumáticos. Para dichas personas esta es una terapia muy dura debido a que reviven los disparos, los compañeros que perdieron en la guerra y los horrores de presenciarla. Pero es también una terapia muy efectiva porque gracias a la planta pueden expulsar todos esos malos recuerdos. Lo mismo sucede con personas que padecen trastornos y traumas psicológicos.

La Ayahuasca te permite conectar con lo inefable que llevamos todos dentro y que hemos olvidado por completo, la parte inmaterial de nosotros y armonizarlo con nuestra vida diaria. Saca tu inconsciente a relucir y es una excelente herramienta para encontrarse a uno mismo.

Todo ello ha levantado el interés de médicos, antropólogos, farmacólogos y psicólogos para entender su funcionamiento.

Otro punto esencial que me había apasionado eran las historias explicadas por los locales sobre las plantas medicinales amazónicas y de sus incuestionables remedios a todo tipo de enfermedades. Ya no recordaba la última vez que había consumido alguna planta medicinal y deseaba cambiar la perspectiva y adentrarme en otra visión totalmente distinta a la cual me habían educado. Me inquietaba considerablemente el hecho de que Occidente mayoritariamente sólo tomamos medicamentos que han pasado por un proceso industrial olvidándonos completamente de los remedios naturales tan útiles que tomaban nuestros antepasados. Quería ver y probar de primera mano plantas medicinales y sus efectos ya que la madre naturaleza es nuestra auténtica farmacia. Estando en el lugar con más flora del mundo que es el Amazonas y las historias que me habían contado los locales mis ganas de experimentarlo eran enormes.

Conocía a un chamán llamado Don Lucho que era serio, fiel, responsable y profesional. Tuve la suerte de coincidir con él en el crucero donde trabajé por el río Amazonas ya que había hecho ceremonias de Ayahuasca a unos clientes rusos. Lamentablemente en la actualidad hay escasos chamanes que sientan y deseen cultivar la mente de otras personas sin pensar sólo en el aspecto monetario. Y aún peor, hay personas que sólo se dedican a engañar a los turistas poniendo su integridad física en peligro.

Pude contactar con él, le expliqué mi objetivo y me recomendó pasar unos nueve o diez días para conseguir la plenitud física y espiritual. Dada la confianza que tenía puesta en él no dudé un segundo en aceptar la propuesta.

Al día siguiente cogí mis cosas del hotel donde me hospedaba en Iquitos y me subí a una lancha dirección a su poblado. La lancha estaba llena de lugareños y tuve la fortuna que estaba a punto de zarpar. Por esas latitudes, hasta que la embarcación no está completa no se empieza a navegar, indistintamente que tengas o no prisa: los horarios son inexistentes.

Mi llegada al campamento chamánico

Después de una hora navegando contra corriente por el río Amazonas llegué al poblado. Desembarqué y enseguida cogí un motocarro – moto de tres ruedas con techo donde en la parte de atrás pueden sentarse hasta tres personas –. El chico que manejaba sabía perfectamente dónde tenía que ir cuando le indiqué el nombre del campamento. Al cabo de unos 20 minutos adentrándonos en la selva, circulando por caminos de tierra y alejándonos del bullicio del pueblo llegué al campamento chamánico. Afortunadamente no había llovido la noche anterior porque de lo contrario dichos caminos se embarran y el transcurso se hace bastante dificultoso.

Al llegar me encontré con Don Lucho, le saludé afectuosamente y me enseñó mi habitación. Era una pequeña cabaña de madera, básica y rústica. Había lo mínimo e indispensable para mi estancia, una cama con un colchón finísimo, mosquitero –esencial en la selva – una mesa y una silla. Eso era todo, y por supuesto no había ninguna lámpara debido a que no había electricidad y el móvil era un aparato inútil. La señal de teléfono y de internet era inexistente, perfecto para desconectar. Justo lo que yo buscaba.

 

 

Caminé por el campamento para conocerlo ya que iba a ser mi hogar para los próximos días. Enseguida vi a otras personas occidentales en el campamento. Me presenté ante ellos, había un joven australiano y una pareja canadiense. El chico australiano estaba sentado en un banco sin camiseta y al verme puso cara de alivio y felicidad a pesar de no conocerme.

Es cierto que cuando viajas sólo en países totalmente distintos al tuyo aprecias ver otras personas, y con más razón cuando vas a tomar Ayahuasca. Me habló en un español pobre y le respondí en inglés al percibir que nuestra conversación no llegaría muy lejos en el idioma de Cervantes. Como la mayoría de personas que vienen a la selva a tomar Ayahuasca, él deseaba poder ver visiones pero sin tener mucho conocimientos del objetivo verdadero de la toma y su funcionamiento en nuestro organismo.

Me acerqué a la cocina y pude observar que todo se cocinaba a leña como si el tiempo se hubiera detenido y las nuevas tecnologías no llegasen a esta parte del mundo. Me encantó porque, como expliqué anteriormente, ese era uno de mis objetivos: volver a nuestros orígenes y olvidarme de las tecnologías y costumbres de Occidente.

 

 

Al cabo de un rato la comida estaba lista y almorcé arroz hervido, omnipresente en los platos de Latinoamérica, y pescado local a la parrilla. Fue un almuerzo ligero y de fácil digestión.

Por la tarde debía acomodarme en el campamento y simplemente descansar, pensar en lo que buscaba en la toma de Ayahuasca y dejarme llevar por el increíble paisaje y atmósfera de estar en la selva Amazónica.

La primera toma de Ayahuasca

Al anochecer hicimos nuestra primera toma de Ayahuasca. Entramos en la maloca (cabaña central) y nos sentamos alrededor del chamán en círculo. La bebida la tenía almacenada en dos botellas de plástico, él estaba situado en una silla y delante tenía un pequeño altar donde pude observar varios recipientes, utensilios y herramientas. Nos sentamos en las sillas que había habilitadas y todos debíamos tener una botella de agua, papel para limpiarnos los labios y la barbilla de los vómitos ,porque es una bebida purgativa, y un bol para vomitar. Reconozco que estaba nervioso, éramos el chico australiano, la pareja canadiense y yo. El chamán empezó haciendo una introducción del Ayahuasca y explicando entre otras cosas que no es alucinógeno sino visionario porque no produce cambios delirantes en la percepción de la realidad, nos conecta con nuestra inconsciente y la parte más espiritual.

 

Ayahuasca en una botella de plástico

Nos repartió un vaso de madera para cada uno del tamaño de un chupito o shot. Me llenó el vaso con el líquido espeso marrón de Ayahuasca y me preguntó si deseaba más cantidad. Le contesté que para empezar era suficiente. Lo tomé y su sabor era muy amargo e Inmediatamente me dieron arcadas.

El chamán empezó a cantar ícaros (cánticos chamánicos) y empezó la ceremonia. Duró aproximadamente unas dos horas y aparte del vómito que fue limpio no aprecié nada más, ni visiones, ni mal estar general ni ningún otro efecto. Al salir de la maloca el chico australiano me preguntó qué había sentido y le comenté que nada en especial. Me comentó que le había pasado lo mismo y parecía disgustado por ello.

A la mañana siguiente el chico australiano habló con el chamán molesto porque no había sentido nada, y como le quedaba poco dinero sólo se iba a quedar una noche más siempre y cuando la siguiente toma le garantizase ver visiones. Obviamente el chamán le dijo que no le podía garantizar lo que le pedía. Inmediatamente el chico se fue, un craso error que cometen muchas personas dado a su desconocimiento respecto al Ayahuasca. Como cualquier otro enteógeno, estas plantas no funcionan como la mayoría de nuestros medicamentos convencionales. Su efecto está en relación a la sensibilidad farmacológica y psicológica de cada individuo y del contexto, no en la cantidad de gramos de principio activo por quilo de peso del paciente. Tampoco se parecen a las drogas recreativas que inundan nuestra sociedad donde el efecto es idéntico para prácticamente todo el mundo. Siempre he recomendado desconfiar de un “chamán” que garantice tener visiones y que te garantice el “viaje” de tu vida. En ese caso seguramente haya añadido algún componente alucinógeno a la Ayahuasca o simplemente no sea Ayahuasca.

Continuará Parte II

¡Compártelo con tus amigos en las redes sociales!